La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir, de Josep Maria Esquirol (Acantilado) | por Francisca Pageo

Josep Maria Esquirol | La escuela del alma

Educar el alma no es una tarea fácil. Empieza en casa, sigue en la escuela, en el instituto, en la universidad, pero lo más importante: sigue en la vida. Gracias a la vida tenemos un alma, pues esta experimenta lo que la vida le da. Vida y alma, en este libro, son todo lo mismo, pero vayamos por partes. Para conseguir una educación del alma ante todo debemos tener una educación de la mirada y la conciencia. El alma requiere de sentidos, requiere de pensamiento y requiere de recuerdos y señales. Sin estas cosas el alma no existe, pues es experiencia dada, es experiencia que podemos escribir y describir. El alma nos inunda cuando nos emocionamos, es la emoción misma, el aparato funcional y fundamental del alma. Creando así sentimientos y el largo abanico de emociones que despliega el ser humano. 

Como seres humanos debemos ser conscientes que el alma requiere un aprendizaje. Este es: el de la bondad, el de la mirada, el de una conciencia que pueda gobernar el amplio espectro de actividades a los que nos vemos sometidos. Hay cierta parte del alma que guarda relación con los conceptos de mundo e imaginación. Para imaginar el mundo necesitamos de un alma, un salvoconducto que nos ayude a elevar las cosas de la mente a través de nuestro sentimiento más profundo. Josep María Esquirol nos provoca. Nos hace ver que el alma no necesariamente aboga por una educación en su aspecto más literal, sino que el alma aprende conforme vive, con la conciencia que nos hace ser como somos y cómo vamos viviendo. Es así como el alma se estremece, se alimenta y vive con nosotros y con los demás. Abogar por el alma es abogar por la vida y la experiencia. Se queda corto este gran librito que nos inculca una educación de nuestra mirada. ¿Pero cómo mirar? Con atención. Debemos mirar con atención al mundo para cerciorarnos de que eso que aprendemos es una cosa válida no solo para nuestra educación cultural, o artística, o científica, sino para nuestra vida. 

Alma y ser van de la mano. Ambas se alimentan la una de la otra. Este libro nos provee de alimento para los dos. Pues aprendemos, vivimos, experimentamos con todos nuestros sentidos y sentimientos y emociones y pensamientos. Quiero pensar que el alma es sabia y que tiene su propio lugar en el mundo. Ella vive no solo para ella misma, sino también para que otros aprendan de ella. Alma y psique vienen a ser lo mismo, y nuestra psicología y filosofía más personal está estrechamente unida a ella. El alma se hace juez. Y el alma del autor de este libro es un juez muy bueno, pues nos confirma, si nosotros así lo pensábamos, que necesitamos de una moral que agilice nuestro aprendizaje. De poco sirve aprender si ese algo no sirve para el alma del mundo tampoco. Porque el alma personal y el alma del mundo son una. Lo que tenemos dentro, lo tenemos fuera, y vicecersa. Pienso en aquel dicho de Heráclito que decía que la naturaleza ama esconderse, y sin embargo… el alma es todo lo contrario. El alma ama compartir, necesita contacto, sinergias, crear lazos con el mundo para expandirse. Porque eso es lo que adora el alma: expandirse, crecer, hacia arriba y hacia los lados y hacia abajo. Ah, el alma… 

Hagamos de la educación del alma la educación del mundo, y al contrario. Solo si aprendemos con el alma de alguien que aporta moral y bondad, el mundo tendrá un alma buena, el mundo será generoso y el mundo será nuestro aliado y nos dará cosas buenas. Esta es la gratitud de la que nos habla Esquirol, el alma siempre es grata con quien le ayuda, y debemos estar atentos, ser serviles, ser nutrientes para el alma pues solo siendo así nuestra alma gozará y será útil para esta vida que nos ha sido dada.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.